Una vez vi a un profesor de secundaria hacer un ejercicio tan simple como poderoso para enseñar a su clase una lección sobre el privilegio y la movilidad social.

Empezó dando a cada uno de los estudiantes un trocito de papel y pidiéndoles que hicieran una bola.

Seguidamente, fue a por una papelera y la puso en frente de la clase, justo debajo de la pizarra.

Una vez hecho esto, dijo «el juego es muy sencillo – todos vosotros representáis la población del país. Y cada uno de vosotros, como ciudadanos, tenéis la oportunidad de convertiros en ricos y pasar a formar parte de la clase alta».

«Para formar parte de la clase alta, todo lo que tenéis que hacer es tirar la bola de papel y meterla dentro de la papelera desde vuestro asiento».

Los estudiantes que estaban sentados en el fondo de la clas rápidamente levantaron la voz, «¡Qué injusto!»
Estaba claro que, los alumnos sentados delante de ellos, tenían más probabilidades de acertar.

Aún así cada uno de ellos lanzaron y, tal y como se esperaba, muchos de los alumnos que se sentaban en las primeras filas acertaron (aunque no todos) y sólo unos cuantos del fondo acertaron.

Entonces el profesor concluyó la lección diciendo: «Cuanto más cerca estabáis de la papelera, mejores probabilidades teníais. Así es el privilegio. ¿Os habéis dado cuenta de que los únicos que se han dado cuenta y han hablado de justicia son los que se encontraban al final de la clase?»

«Por el contrario, todos los que estabáis situados en las primeras filas apenas habéis notado el privilegio con el que habíais nacido. Todo lo que veiáis eran los 10 metros entre vosotros y vuestro objetivo».

«Vuestro trabajo, como estudiantes, es ser conscientes del privilegio que es poder tener una educación, usarla para conseguir grandes cosas en la vida y defender a los menos favorecidos, los de la fila de atrás.»