Aunque la capital de Turquía es Ankara, la ciudad más grande, más importante y más conocida de la antigua Anatolia es Estambul. Esta ciudad, la más poblada de Europa, está considerada también una de las más bonitas del mundo, y su atractivo precisamente reside en esa mezcla de oriente y occidente, y pasado esplendoroso que tuvo en su día.

Precisamente esa mezcla de oriente y occidente viene ya de tiempos remotos. Ya en la época del Imperio Romano, la posición de Estambul, denominada por entonces como Bizancio, atrajo enseguida al emperador romano Constantino I, que la llegó a convertir en la capital del gran Imperio romano. Posteriormente y tras la división del imperio romano se convertiría en Bizancio ciudad capital del imperio bizantino.

La conquista de Bizancio por el imperio otomano, que además significó el fin de la Edad Media, y una semi-transformación de la ciudad. Los otomanos convirtieron la antigua capital del imperio romano en capital de su imperio, y no sería ya hasta la década de los 30 (ya en pleno siglo XX) que la antigua Constantinopla, la capital de tres imperios: romano, bizantino y otomano, se convertiría en república y adoptaría un nuevo nombre: Estambul o Istambul.

La Estambul actual es una ciudad caótica, una metrópoli que cuenta con casi 15 millones de habitantes. Una ciudad situada entre dos mares (el Mármara y el Negro), entre dos continentes (Europa y Asia) y por qué no decirlo, entre dos mundos (el moderno y el tradicional). Esta mezcla tan explosiva convierte a la ciudad de Estambul en uno de los destinos más atractivos de Europa o Asia, según se mire.

Los turistas que visitan la ciudad no suelen hacer escapadas de únicamente un fin de semana, y es que dado las dimensiones de la ciudad y lo mucho que hay para ver y disfrutar, hace casi imposible que en un par de días pueda apreciarse toda la belleza de Estambul. Así que, lo mejor, si tienes pensado visitar esta inmensa ciudad, es pasar allí por lo menos una semana y disfrutar de todos aquellos monumentos más emblemáticos, los íconos de la ciudad y también aquellos pequeños rincones que toda urbe suele guardar.

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Fuente: Viajero Permanente